Recibimos el caso de Samuel, un niño de 9 años, en el cual se identificaron comportamientos preocupantes a partir del proceso de observación realizado por su maestra, Rosa, y de las declaraciones brindadas por su madre, Patricia, durante una reunión escolar. Ambas fuentes coincidieron en señalar un cambio significativo en el estado de ánimo de Samuel, así como en su forma de interactuar tanto en el entorno escolar como en el familiar.
Esta situación motivó la realización de una intervención con acompañamiento psicológico. Durante el proceso, la información suministrada por el niño permitió evidenciar una realidad difícil, que incluye un posible caso de violencia doméstica. Esta vivencia le genera angustia, le impide descansar adecuadamente y lo mantiene en un constante estado de alerta, acompañado de una mayor sensibilidad auditiva, especialmente ante ruidos fuertes.
Según la hipótesis diagnóstica realizada con base en los criterios del Manual Diagnóstico y Estadístico de los Trastornos Mentales, DSM-5, se identificaron síntomas correspondientes a diferentes criterios diagnósticos. Entre ellos se evidencian síntomas de intrusión, de acuerdo con el criterio B3; alteraciones cognitivas negativas, correspondientes a los criterios D4, D5 y D6; así como síntomas relacionados con la alteración del estado de alerta y reactividad, específicamente los criterios E4 y E6.
Nos lleva a indicar que posiblemente Samuel este sufriendo de un trastorno de estrés postraumático.
Intervención
Terapia cognitiva conductual
Desde la Terapia Cognitivo-Conductual se plantea una intervención orientada a disminuir la ansiedad que el niño experimenta al recordar situaciones negativas vividas en su entorno familiar, al mismo tiempo que se busca fortalecer y recuperar su autoestima. Para ello, se trabajará de forma individual con el niño, ayudándole a identificar y cuestionar pensamientos negativos, desarrollar habilidades para afrontar sus emociones y reconocer sus capacidades personales. Durante los encuentros terapéuticos también se incluirán ejercicios prácticos como la respiración controlada y la meditación, adaptados a su edad, con el objetivo de ayudarle a calmarse y autorregularse. Además, se considera fundamental involucrar a la familia en este proceso, por lo que se propondrán sesiones individuales y grupales con los cuidadores, enfocadas en mejorar la comunicación, fortalecer los vínculos afectivos y crear un ambiente emocionalmente seguro que acompañe y respalde el avance del niño en su proceso terapéutico.
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